viernes, 13 de febrero de 2009

Gasteiz: SE TE NOTA EN LA MIRADA, QUE VIVES ENAMORADA...



Hoy, 14 de Febrero, sacro día de San Valentín, creemos que es el momento de empezar a cuestionar el amor. No, no creemos que esto pase por cuestionar los sentimientos entre las personas, sino el concepto del amor, del amor romántico, un paraguas bajo el que caben conceptos tan dispares como el deseo, el sexo, el status social o incluso el matrimonio. Si queremos cuestionar el amor, aunque suene raro y parezca extraño. El amor, elevado a los altares como el sentimiento más excelso que puede existir entre los seres humanos. El amor, como lo más noble, lo más bonito, eso que, dicen, da sentido a nuestras vidas. El amor como sentimiento universal, y por tanto, incuestionable. Tan incuestionable que nadie escapa de sus garras. Y por eso también lo cuestionamos para evitar sus arañazos. Lo cuestionamos porque creemos que ya esta bien de hablar de amor sin tener en cuenta las relaciones de poder, de clase, de raza, de edad, de sexualidades, de género.... Y tantas otras que se dan en el amor Y se empeñan tanto en vendernos por activa y por pasiva, los beneficios del amor: en grandes almacenes, en pequeñas joyerías, en tanta telenovela, programas del corazón, literatura, revistas rosas... que nos es difícil abstraernos y pensar con claridad sobre este tema del amor, qué conlleva y a dónde nos lleva... Esta idea-trampa tan extendida de la pareja y del amor en todas sus vertientes y variedades, nos impide que acabemos siendo personas completas, enteras, independientes. Porque el amor, casi siempre, termina sumiéndonos en relaciones basadas en la dependencia y la renuncia personal. También en nombre del amor, se extiende la lacra de la violencia sexista y machista que mata. Entendemos el amor como una extensión de la propiedad privada, comprendemos que el ejercicio de la violencia sexista no es producto de cuatro mentes perversas, sino que está basado en pautas culturales bien aprendidas, como ese “si no eres mía no eres de nadie” susceptible de culminar en el tantas veces escuchado “la maté porque era mía”.

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